Cada 14 de febrero, el corazón palpita a ritmo de canciones románticas y emotivos mensajes que viajan a través del oído, para instalarse en el mediastino medio. Sin embargo, para muchos niños y niñas la metáfora de un músculo cardiaco henchido de emociones, es ambigua por cuanto desde temprana edad, los términos para hablar de la función de su órgano vital, son técnicos, especializados y de repente confusos.
Más que una fecha para celebrar San Valentín, anualmente, el 14 del segundo mes del año, hace mención de las cardiopatías congénitas. Una serie de anomalías que alteran la funcionalidad del corazón y en ocasiones la forma del mismo.
De acuerdo con la investigación Epidemiología de las cardiopatías congénitas en Bogotá, Colombia, entre 2001 y 2014: ¿mejoría en la vigilancia o aumento en la prevalencia?, desarrollado por Stefano Tassinar, Samuel Martínez-Vernaza, Nicole Erazo-Morera, María Camila Pinzón-Arciniegas, Gloria Gracia e Ignacio Zarante, es una de las causas prevalentes de mortalidad en el mundo con 80 casos por cada 10 mil nacidos vivos. El informe también señala que “Cada año nacen 130 millones de niños en el mundo, de los cuales cuatro millones mueren en el periodo neonatal; se calcula que 7 % de estas muertes están relacionadas con cardiopatías congénitas”.
En la actualidad, respecto a las cifras del Departamento Administrativo de Estadística, Dane, 2015 de 645.550 niños que nacen anualmente, 5.805 presentan cardiopatías congénitas y 70%, es decir 4.063 de ellos demanda un tratamiento durante el primer año de vida pues sin ninguna intervención, la mortalidad es alta: casi el 50%. “Infortunadamente solo se intervienen cerca de 2.349 con cirugía y unos 1.600 con procedimientos intervencionistas (total 3.949)”.
El doctor Javier Castro Monsalve, es cardiólogo pediatra, jefe del servicio de cardiología pediátrica y del servicio de cardiología pediátrica y falla y trasplante cardiaco pediátrico de la Fundación Cardiovascular de Colombia (FCV), afirma que, a pesar de lo multifactorial del diagnóstico de las cardiopatías, en el país y a nivel internacional, los avances han sido significativos, pues sólo dos décadas atrás era complejo diagnosticar a un paciente con esta condición. Las consecuencias eran trágicas; los menores con cardiopatía morían y aquellos que lograban la sobrevida lo hacían en condiciones lamentables.
Las cardiopatías son diversas y de causas múltiples. El doctor Castro destaca que hay una variedad de defectos que van desde los más simples (pero causantes de muchos problemas) hasta aquellos que revisten una gravedad mayor. “Gran parte de estos niños requieren una cirugía antes del primer año de vida para sobrevivir y salir adelante”.
Un asunto de cuidado
Muchas de las cardiopatías congénitas se generan por no seguir las indicaciones médicas durante el periodo gestacional o cuando no se asiste regularmente a los controles prenatales. “Debe evitarse comer mal; una señora que hace una diabetes durante el embarazo tiene un riesgo de todo y también el bebé puede tener cardiopatía congénita. Fumar, está muy claro (…) infecciones: más que prevenir una infección es cuidarse durante el embarazo: un control prenatal bien hecho, adecuado, ayuda a mejorar este niño: controlar que esté bien el azúcar, la presión arterial, se eviten infecciones o se hagan las vacunas que tienen que hacerse y se tenga un recién nacido más sano”, dice el doctor Javier Castro.
Una condición adyacente a la enfermedad cardiaca congénita es el Síndrome de Down. Según el experto, casi la mitad de los niños con esta condición pueden tener problemas del corazón.
Por parte de los médicos, el deber es “sospecharlas y referir los pacientes a tiempo para poder hacer un diagnóstico oportuno. Es más, se pueden diagnosticar antes de que nazca el niño, porque a veces estos niños nacen y se ven bonitos, sino que el cuerpo se alcanza a adaptar por un ratico y en los días siguientes se descompensa feo. Entonces hay que tener siempre un nivel de sospecha y si se tiene la duda, buscarla y descartarla”, señala Javier Castro Monsalve. Un análisis a tiempo, incluso prenatal, puede hacer la diferencia en un parto y garantizar que un equipo multidisciplinar esté al tanto de actuar tan pronto como se dé el alumbramiento.
Con el paso del tiempo en Colombia se crearon programas como “de corazón a corazón” dirigido por el doctor Franklin Roberto Quiroz y en Santander, este fue el inicio de una alternativa para paliar la tragedia para las familias de niños que morían “de repente”. De igual manera, en diferentes ciudades del país se han fundado lugares especializados como el Centro de Cardiopatías congénitas de la Fundación Cardioinfantil, la unidad infantil del corazón, del Hospital San Vicente de Paúl de Medellín, como también el instituto del corazón y la Fundación Cardiovascular de Colombia en Bucaramanga, entre otros.
La FCV tiene una capacidad de 24 camas para cuidados intensivos cardiovascular para niños y anualmente se realizan más de 300 cirugías al año por cardiología pediátrica y más de 2400 pacientes fueron atendidos en consulta por problemas cardíacos, remitidos desde diferentes lugares del país.
Un trasplante con altura
Tunja, la capital del departamento de Boyacá, se ubica a 2.810 metros sobre el nivel del mar. Desde allí la semana pasada viajó en helicóptero un pequeño corazón que llegó a una ciudad a poco más de mil metros, donde en sala de cirugía, lo esperaban un grupo de médicos liderados por la cirujana Zara Mendoza Crespo, responsable de hacer el trasplante de corazón a una menor que casi dos años atrás y luego de varios análisis fue valorada por cardiomiopatía restrictiva una de las menos comunes, pero que genera una rigidez en el músculo del corazón (miocardio) y dificulta que se ejerza la función diastólica para llenar de sangre el órgano cardiaco a través de las arterias.
En la sala de espera, Emilse Angarita, madre de la pequeña, quien había entregado a su hija a los especialistas en cirugía cardiaca, aguardaba a que pasaran las horas largas en las que la menor tendría un corazón nuevo. Recuerda, que en el 2017 su hija empezó a tener complicaciones. “Se nos volteó como todo, porque al principio es duro que le digan: hay que hacerle un trasplante y más a la niña que es tan pequeña”.
Todo empezó con una gripa con múltiples síntomas, entre ellos fiebre de tres días, que Emilse intentó controlar desde casa. Sin embargo, a estos indicios se sumaron otros como edema en el rostro e hinchazón del abdomen, además de verse pálida y tener los labios y uñas morados, lo que obligó a la madre a consultar con un especialista. “El doctor me la remite para la clínica San Luis; ahí comenzaron a hacerle todo tipo de chequeos y ahí fue cuando le detectaron, con un ecocardiograma la falla cardiaca (…) en ese instante el médico me dijo de una vez: lo único que hay para la niña es el trasplante de corazón”.
“Un corazón que late por dos”
La noche anterior al trasplante, a Zara Mendoza le informan que existe un donante potencial que reúne una serie de características compatibles en peso y talla con el corazón que necesita la menor. A partir de entonces, ella debió organizar junto con su equipo de trabajo, toda la logística para lograr trasladar el órgano hacia la ciudad de Floridablanca. “Tocaba decidir cómo se iba a hacer para reducir el tiempo desde que se retira el órgano del donante hasta implantárselo a ella”, explica la cirujana.
Un médico de la FCV viajó hasta la capital de Boyacá para explantar el corazón donado. También tuvieron que sincronizarse los equipos que iban a extraer los riñones del donante cadavérico, porque todos ellos tenían que estar en la sala al tiempo. “En el momento en que el corazón se retira del cuerpo, pues deja de vivir el cuerpo y todos los órganos deben estar preservados y listos para explantarse”.
Luego que se conoció que el corazón en efecto cumplía con las condiciones para ser puesto en la cavidad torácica de la niña, en Floridablanca, el restante grupo, preparaba a la pequeña en la sala de cirugía, e iniciaban el proceso, sin perder comunicación con Tunja. No obstante, como aclara la experta, hasta que no estuvieron seguros que el órgano estuviera en Bucaramanga, no se procedió a sacar el corazón afectado por la cardiopatía.
25 minutos- cien latidos y ocho horas
Cuando el helicóptero aterrizó en el Hospital Internacional de Colombia (HIC) Zara inició el procedimiento de extracción. Le restaban aproximadamente 25 minutos para hacerlo a fin de reducir al máximo el tiempo en que el órgano donado, estaba sin riego sanguíneo.
“El nuevo corazón debemos limpiarlo un poco para dejar cada una de las cosas que vamos a suturar a la mano, porque hay que suturar en cierto orden para que funcione y quede adecuadamente orientado (…) revisamos que el corazón estuviera bien, que no tuviera ningún corte o una lesión que pueda pasar en el momento de explantar, revisamos todo eso y comenzamos el implante”.
El trasplante implica que primero se inicie con las cavidades izquierdas que van con la sangre oxigenada puesto que “una vez que nosotros tengamos ya solucionada la parte izquierda, podemos poner ese corazón a que reciba sangre y nuevamente se perfunda”. Todo esto a un ritmo constante, porque el tiempo de isquemia o lapso en que un órgano es viable para trasplante fuera del organismo, es sólo de cuatro horas. Fuera de ese periodo, está comprobado que el miembro empieza a perder vigor y es proclive a ser rechazado.
“Una vez que tenemos el corazón latiendo, ya terminamos el implante con las partes que nos faltan: ya podemos poner a latir el corazón porque esa sangre no va con aire ni va a ir al cerebro (…) y ya solamente queda la parte venosa por resolver. Después que el corazón comienza a responder, terminamos de hacer la cirugía y ya nos queda resolver que se reperfunda (proporcionarle sangre nuevamente) por lo menos unos 40 minutos”. Luego de ocho horas el paso final, antes de cerrar el pecho de la paciente, fue revisar que cesara el sangrado de las suturas lo que en promedio demoró dos horas más en el quirófano.
“Gracias a Dios, hoy en día podemos decir que es una victoria”
El corazón trasplantado ha vuelto a latir en promedio, cien veces por minuto. Es como dice Emilse: una victoria, pero es claro que todavía queda esperar que el cuerpo de la niña no rechace el órgano y que el manejo de inmunosupresores sea estricto y constante a pesar del coste elevado de estos medicamentos.
A pesar de los riesgos de estos procedimientos, sumados a las dificultades y carencias que presenta el sistema de salud colombiano, muchos médicos aúnan esfuerzos para salvar vidas pequeñas y esperar que cada acción en pro de los niños sea un aporte para el presente social. Pues tal como lo expresa el doctor Castro, “un niño tiene el potencial de ser cualquier cosa positiva para el país. Un niño es un futuro abogado, un futuro ingeniero, un futuro piloto, un futuro presidente. Y al darle las oportunidades a esta niña de salir adelante en las mejores condiciones, vamos a tener un ser humano más feliz, una familia más feliz… una persona que va a aportar a la sociedad a futuro. Ese es el valor que esperamos darle a nuestros pacientes”.