Mucho se habla en estos días acerca de los procesos de paz y los posibles pasos de cambio que Colombia transitaría en su momento histórico de postconflicto; un postconflicto que comenzaría con el cierre de una página y el comienzo de otra en la historia de Colombia. Como por arte de magias se nos acabó hoy la pelea señores, mañana todo el mundo a andar como si nada.
Cabe preguntarse las raíces profundas de este conflicto colombiano y la necesidad de entender que solo tendremos paz con justicia social, con equidad, con procesos de reparación, verdad y restauración para quienes han sido víctimas de la violencia no solamente armada, sino también política y económica.
Las profundas injusticias sociales, la falta de trabajo por la paz, las armas esgrimidas en aras de proteger solo “lo mío”, han producido también repercusiones dolorosas generando conflicto entre los actores del sistema de salud: las brechas cada vez más grandes entre pobres y ricos, la ineficiencia y corrupción, el descaro de quienes retienen los recursos destinados a la salud, la visión puramente mercantilista, la negligencia del Gobierno que hasta ahora empieza a sacudirse, han generado brechas de resentimiento, así como una profunda desconfianza de los sectores en cuanto la voluntad de llegar al meollo del asunto en la resolución de los problemas que aquejan la salud de los colombianos. Esta desconfianza cobra su cuota, al ser palo en la rueda a las buenas iniciativas de cualquier sector que venga con propuestas bien intencionadas y fundamentadas para resolver los problemas.
Tomando solo un dato, en Colombia las personas con poca educación presentan un riesgo tres veces mayor de morir que aquellas con un nivel de educación alto, independientemente de la edad o el sexo, según la Organización Panamericana de la Salud, en su ultimo informe sobre el Estado de la salud para las Américas. ¿Cómo puede construirse paz con una población que se enferma porque es discriminada?
Crear paz a través de la mejora de la salud de los colombianos, significa también procesos de verdad, reparación y justicia en el sector salud, con acciones decididas de castigo a los responsables, con reparación de los daños a las victimas del sistema, con rectoría y vigilancia del Estado, con reformas de fondo que busquen el real acceso a la salud y con inversión en una profunda estrategia de reducción de las inequidades económicas y en la educación, lo cual seguramente repercutirá en la reparación de los diálogos entre actores. Paz no se construye solo invirtiendo más dinero o conversando más, paz se construye con resultados.
Siendo la Salud el bien más preciado de un ser humano después de su vida, no es asunto menor que los actores del sistema nos involucremos en la construcción de la real paz que trascienda la firma de Acuerdos en la Habana, en un sector tan golpeado como este que necesita con urgencia el compromiso de todos para salir adelante.