En días pasados, aun de vacaciones, me encontraba en el “kiosko” de mí casa acostado en una hamaca. En medio de los movimientos que producía el aire apreciaba una flor veranera que con el resplandor del sol se veía hermosa.
Mientras fijaba la mirada de manera intempestiva sentí una contracción en mi pecho que me generó dolor y escalofríos. De inmediato me levanté, llamé a unos familiares y nos dirigimos al hospital más cercano para descartar cualquier riesgo.
Una vez allá, pasaban por mi cabeza todas las noticias que hablaban sobre el mal sistema de la salud colombiano, del pésimo servicio en los hospitales, la negligencia médica, entre otras tantas cosas. Sin embargo, esos pensamientos se evaporaron con la agradable sonrisa de la enfermera que me recibió. Amablemente me preguntó qué sentía y cuáles eran las características de mi dolor. Me informó que debía revisar mis signos vitales. Una vez obtuvo el resultado me tranquilizó diciéndome que todo estaba bien, que no tenia arritmia, pero que para mayor tranquilidad me pasaría a consulta con el médico general.
Cuando pasé a valoración con el médico general noté en él esa vocación de servicio que muy pocas personas tienen. Me atendió, me tomó un electrocardiograma, y luego me dijo que no había sido nada relacionado con el corazón. El escalofrío se fue y logré relajarme.
Mientras esperaba en el pasillo del hospital logré ver que la vocación de servicio que había notado en el médico general que me atendió se repetía en el resto de médicos y enfermeras. Pensé de inmediato en la canción de Juan Luis Guerra, el Niágara en bicicleta. Me dije en mí interior, con profesionales de la salud como estos, sí que es fácil pasar el Niágara.
Una vez retorné a mí hogar, se me vino a la cabeza un bonito recuerdo. En esta profesión de abogado penalista, donde se defienden causas y derechos, en cierta ocasión me contacto un médico que necesitaba que lo respaldara en una citación ante la Fiscalía. Siempre he tenido la convicción de que la labor de los médicos y enfermeros es de admirar, son los únicos que tienen la capacidad de pensar con cabeza fría para encontrar la enfermedad o los síntomas que tiene una persona mientras el resto se compunge o desfallece. Y sí, en ocasiones tienen fallas, cometen errores, pero quien no lo hace. Retomando el recuerdo de ese día y para resumir la historia, luego de una batalla jurídica logramos que su proceso se archivara, pues su obrar siempre fue el correcto.
En días siguientes reflexione sobre un punto que considero necesario compartir desde dos visiones, como ciudadano y como abogado.
Como ciudadano:
Sí, es cierto que tenemos un sistema de salud complejo, con falencias, fallas, inconsistencias y errores, pero en medio de eso, contamos con médicos brillantes, capacitados, preparados, ilustrados, con vocación de servicio. Médicos que por más que se encuentren en un sistema que no les da las garantías o armas para hacer una excelente labor, lo hacen, y por eso es necesario resaltar de sobremanera la actividad que desarrollan. Hoy más que nunca tenemos que protegerlos, acogerlos y decirles que con su trabajo hacen que una situación trágica pueda resultar en la mayor alegría.
Como abogado:
Esta reflexión la hice desde mi labor como penalista. Lastimosamente hemos construido un sistema donde el derecho penal se convirtió en la solución a todos los problemas, por lo tanto, cualquier persona que se considera víctima, sin mayor análisis y en ocasiones asesorada erróneamente, acude a instancias judiciales a denunciar al médico que lo atendió por haber prestado un “mal” servicio, pese a que en la realidad el actuar del profesional siempre estuvo ajustado a lo que exige la ciencia.
Por esto, hago un llamado a las autoridades judiciales para que revisen, analicen y estudien en debida forma los casos donde se vea involucrado un médico, para que no lo vinculen errónea o infundadamente a una investigación que dañe su hoja de vida o peor, que termine apagando su vocación de servicio.