Está cumpliendo con la promesa que se hizo antes de su primera cirugía: “si me salvo, un día voy a ayudar a otros como me ayudaron a mí”.
Luego de sufrir una malformación en su rostro llamada neoplasia maxilofacial y ser desterrado de su casa a los 15 años por su padre, Erlin Angulo conoció la otra cara de un mundo rodeado de cauces de aguas transparentes y tierras fértiles que ponían la comida en sus manos y las de sus familiares. Un mundo donde no existían cosas incomprensibles ni acertijos indescifrables.
Desde que era un niño su pómulo empezó a inflamarse una y otra vez y en cada ocasión más y más, pero el desconocimiento por parte de sus familiares y personas que le rodeaban hizo de una tragedia algo cotidiano e irrelevante con lo que vivió sin saber su verdadera realidad.
Hijo de pescadores y hermano de once hermanos, encontró una mano amiga que más adelante lo traería desde el Alto Naya, entre las Costas de Valle del Cauca hasta Cali, donde fue asistido por médicos del Hospital Universitario del Valle (HUV), y quienes lograron extirpar el tumor tras una cirugía que le costó la pérdida de una parte de su rostro.
La historia médica señala que el tumor pesó una libra y según las manos de Erlin, abiertas en forma de vasija para simular el tamaño, se asemejaba al de un coco.
Sin poder hacer amigos por no saber leer ni escribir y ahora por ver su rostro incompleto, Erlin se encerró en un mundo de complejo y no aceptación propia, pero una vez más su mundo cambió al recibir ayuda de especialistas del HUV, quienes lo ubicaron en la fundación llamada “Semillas de Amor”, una pequeña vivienda al sur de Cali donde se brindaba refugio a niños con cáncer.
“Él siempre se ubicaba detrás de mí. Tenía poca interacción con los jóvenes y niños. Era muy duro para él y por eso decidimos traerlo a la fundación”, cuenta Margarita Restrepo, directora de la fundación Semillas de Amor.
Durante su estadía en este centro de refugio fue ayudado por varios médicos quienes lo ingresaron a un programa de reconstrucción facial en Tuluá, en el centro del Valle donde, después de siete cirugías, tuvo un rostro para mostrar y superar sus complejos.
Pero mientras la vida parecía sonreír, otra desdicha se apoderó del momento. Cuatro de sus hermanos y su padre fallecieron en las aguas de El Naya. “Fue un golpe muy duro para mí. No pude ir al funeral de mi familia porque llegar allá me tomaba cuatro días. A partir de ese momento decidí quedarme en la Fundación porque era el único lugar donde contaría con un techo y gente que me apreciaba”, cuenta Erlin.
Hoy, con 29 años, Erlin Angulo cumple con la promesa que se hizo antes de su primera cirugía: “si me salvo, un día voy a ayudar a otros como me ayudaron a mí”.
Su salvación iría de la mano con el aprendizaje. Debía aprender a pronunciar palabras de nuevo, pues luego de las operaciones a las que fue sometido, su paladar fue perforado y varios dientes atornillados.
Ir de consultorio en consultorio, de camilla en camilla, de quirófano en quirófano, le enseñó a cumplir lo que un día prometió. Se vio reflejado en cientos de casos infantiles que, como él, llegaban en busca de respuestas que nadie podía responder en el lugar donde vivían.
“Es un hombre responsable, conoce de leyes y de códigos más que cualquier otra persona. Aunque no sabía leer ni escribir, ayudaba con derechos de petición y reclamaba derechos ante funcionarios de empresas de salud y hasta con madres de niños afectados” asegura la directora de la fundación que atiende a niños hasta de 15 años como lo estipula la ley.
“Yo ayudo a los niños porque sé lo que significa estar solo. Me duele mucho cuando me entero de casos que no se atienden a tiempo” dice el joven.
De acuerdo con Oscar Ramírez, médico director de Vigicáncer en Colombia, al menos el 25% de los tratamientos para niños que padecen esta enfermedad, no resulta positivo.
“Cuando muere un niño siento que la vida no es justa. De las lágrimas a la rabia, de la depresión a volver a salir una mañana con otro niño a luchar por su derecho a la vida. Quiero prepararme para tener mejores armas que me permitan ayudar a que los niños sean atendidos por encima de todo”. Dijo Erlin.
En diciembre obtuvo el título de bachiller con sus estudios nocturnos. Ahora se encuentra en proceso de aprendizaje en el área de sistemas para facilitar su futuro como asesor de salud en el Sena.
“Es necesario crecer para pelear por los niños y conseguir que se les atienda como debe ser. A veces pienso en dejar esto porque es muy difícil ver realidades, pero ellos necesitan de mi ayuda.
En la actualidad Semillas de Amor se hace cargo de 12 niños. En un mes pueden ir y salir al menos 20. Erlin Angulo se levanta muy temprano cada día y conoce las necesidades de cada uno de ellos. Es quien se hace cargo cuando la directora debe ausentarse.
Poco a poco las cicatrices del pasado irán desapareciendo de su rostro con tratamientos médicos, pero para él la cura de su corazón está en seguir ayudando a aquellos niños que han sufrido la desgracia del cáncer.